LA REPÚBLICA INICIAL (1825-1845) – EL PERÚ REPUBLICANO


Luego de la batalla de Ayacucho, el Perú quedó con total libertad para organizarse políticamente. El problema es que los cambios sociales y económicos han sido pocos. Por eso el orden liberal y republicano propuesto por muchos políticos se divorció de una realidad todavía muy arcaica y, ahora, caótica. Durante los años siguientes, la participación política se redujo a un pequeño grupo de la población, es decir, a la élite civil y militar sin un proyecto nacional claro. Por esta razón, surgieron tendencias regionalistas y en ocasiones separatistas dentro del país, como en los departamentos de Cuzco y Arequipa. Allí, como en la mayor parte del país, la presencia del Estado fue muy débil tras el desmantelamiento de la administración virreinal. Así surgió la presencia del gamonal, es decir, el terrateniente que sumó a la propiedad de la tierra el poder político en su localidad o región.
En este clima, las instituciones o no funcionaban o eran casi inexistentes, y la falta de una clase dominante hizo de los intereses de grupo, las lealtades regionales o personales la clave de la vida política. El poder terminó cayendo en manos de los líderes militares victoriosos de Ayacucho: los caudillos. Representaban intereses regionales de gamonales y comerciantes a quienes les otorgaban cargos públicos y terrenos. Eran la cabeza de una complicada pirámide de patrocinadores y clientes. Las figuras de Agustín Gamarra, Felipe Santiago Salaverry, Andrés de Santa Cruz o Manuel Ignacio de Vivanco, figuras clave en la política de estos años, corresponden a este primer militarismo, según lo definido por Basadre.
El caudillismo se convirtió en una empresa cuyo objetivo era la conquista del poder. El estado era el botín para compartir. Quizás el único proyecto importante que surgió del caudillismo fue la idea de reunir Perú y Bolivia en 1836: la Confederación Perú-Bolivia, ideado por Santa Cruz. Pero el mismo caudillismo, los intereses regionalistas y la intervención chilena la hizo fracasar en la batalla de Yungay (1839). De todos estos caudillos faltaba un líder excepcional, alguien capaz de imponer la autoridad de un gobierno central y subordinar las regiones para evitar la anarquía. Entre 1821 y 1845, es decir, en 24 años, se alternaron 53 gobiernos, se reunieron 10 congresos y se redactaron 6 constituciones. Hubo años, como 1838, en los que 7 presidentes gobernaron casi al mismo tiempo. Vemos entonces que la autoridad de estos caudillos no fue fruto de un consenso ni pudo imponerse de manera estable. Cuando conquistaron el poder, concentraron su atención en satisfacer las demandas de sus socios políticos. Eran gobiernos minoritarios para minorías. No lograron integrarse a la sociedad retrasando el camino de convertir al Perú en un Estado-nación.