LA FAUNA Y FLORA DE LA CULTURA CHAVÍN


En los escombros hallados en las excavaciones de yacimientos del período Chavín, así como en la iconografía que se encuentra en las piedras y cerámicas grabadas, hay mucha información sobre los animales salvajes y domésticos con los que los Chavinenses tenían relación. Entre estos últimos, los camélidos fueron sin duda los más importantes, ya que son los más frecuentes en los depósitos de desechos conocidos. La alpaca era uniforme, como en la época de los incas, representada en piedra, con un hoyuelo en la parte superior del dorso y utilizada en ritos especiales de fertilidad, donde la figura era conocida con el nombre de “Conopa”. Todo indica, además, que fue poco antes de esta época que se implantaron llamas y alpacas en la Sierra de Cajamarca. También conocían al cuy doméstico y aparentemente al pato “joque”. De la misma forma, se tiene plena certeza de que el “perro sin pelo” ya estaba criado en este momento, junto con otras razas de perros, como un perro lanudo cuyos restos fueron encontrados junto a su dueño en Supe, del “Inca “tipo, de mayor tamaño. Son dos de las seis razas de perros que se conocían en el antiguo Perú.
Entre las ofrendas alimenticias que fueron depositadas en la Galería de las Ofrendas de Chavín, se encontró una especie de muestrario de la fauna predilecta en ese momento. Existían los tres tipos de venados que aún existen en el Perú hoy: la taruca, tarugo o huemul, que es un venado de las alturas y las grandes estepas; el “rabi-blanco” (Odocoileus virginianus), que vive en los matorrales templados de la sierra; y el pequeño y veloz mazama, que vive en los bosques cálidos. También se encontraron restos de la vizcacha austral (Lagidium sp.) Y aparentemente el conejo andino del norte (Sylvilagus sp.). También se encontraron restos de zorros y comadrejas o “zorros” (Mustela frenata).
En la galería también se encontró una gran cantidad de huesos de aves, de los cuales eran comestibles patos, perdices, pavos salvajes, codornices, palomas y algunas aves; mientras que loros, búhos, halcones y cóndores, evidentemente no lo eran y cumplían más bien una función litúrgica, como aparece en la iconografía. Por motivos de liturgia, igualmente, las ofrendas añadieron diversas aves acuáticas, como huerequeques, pariwanas, gaviotas, gallaretas y otras. Junto a ellos, había una gran cantidad de peces marinos y conchas de diversos orígenes.
La iconografía chavinense presenta en un primer puesto de importancia el cocodrilo, el felino, el halcón y la culebra, junto a personajes vinculados al mar y, en general, al agua. También hay iconos con la imagen del mono, el búho, el cangrejo y la araña.
LA FLORA DE CHAVÍN
Una de las características más importantes de esta época es el intenso tráfico de mercancías y el intercambio de tecnologías. Gracias a esto, plantas que solo eran características de un hábitat específico comenzaron a circular en otros, lo que en muchos casos condujo a experiencias de adaptación exitosas. A estas alturas, todas las plantas susceptibles de domesticación eran dominio de los agricultores y la etapa de cultivos incipientes había pasado mucho tiempo. Los nuevos experimentos se asociaron más bien con la intensificación agrícola, la búsqueda de nuevas y mejores tierras y el desarrollo de técnicas calendáricas para el pronóstico del tiempo y la gestión del agua.
Puedes imaginar los caseríos y los alrededores de los centros ceremoniales rodeados de huertas con aguacate o abocado (aguacate), pacay, chirimoya, guanábana, lúcuma, ciruela del fraile, guayaba, pepino, rocoto y una gran variedad de pimientos, calabazas. y otros. cucurbitáceas. En la cerámica y en las litoesculturas siempre están presentes estos frutos u otros frutos silvestres como el tuna y el tumbo, a los que se añaden hojas de coca y una serie de alucinógenos, como el nopal de San Pedro.
Sin duda, los tubérculos, las legumbres y ciertos cereales eran parte importante de la dieta diaria; patatas, mandioca y boniato en primer lugar, junto con frijoles, pallar, canavalia, tarwi o chocho y maíz. El amaranto o kiwicha, la quinua, el olluco, la oca y la achira formaban parte de una dieta más regional.
Un detalle a destacar es que en la iconografía de Chavín se combinan los productos de las tierras altas y frías con los de las tierras bajas cálidas y los de los hábitats secos con los de alta humedad. Eso es prueba del carácter integracionista de ese período.
EL FENÓMENO DEL NIÑO EN LA CULTURA CHAVIN
La costa peruana, por su ubicación tropical en el planeta, debería haber tenido un promedio térmico anual de unos 27º C, como ocurre con el noreste brasileño, que se encuentra en la misma banda tropical, al otro lado del continente. Lima tiene una temperatura promedio de 19º C, a pesar de estar en la misma latitud que Salvador de Bahía, Angola o Borneo, que son tierras cálidas.
Este cambio de temperatura se debe en parte a que la costa se ve afectada por el enfriamiento de las aguas del mar por la Corriente de Humboldt que viene del suroeste. Debido a las bajas temperaturas del mar, no hay suficiente evaporación cerca de la costa para formar lluvias, lo que hace que el litoral sea 99% árido, con desiertos arenosos y cerros rocosos sin vegetación. La zona verde se restringe a las cercanías de los ríos que descienden de la cordillera oa las zonas donde se concentra la niebla que tropieza con los cerros a una altura de 900 m. asl, creando finas lloviznas -la “garúa” o “camanchaca” – que permite la formación de una vegetación de sombra estacional, denominada “lomas”.
Esto se asocia a un régimen de lluvias más o menos estable en la cordillera, con precipitaciones durante el verano, entre diciembre y marzo, meses más o menos, dependiendo de la distancia a la costa y la proximidad a las selvas húmedas amazónicas.
Esta situación se altera irregularmente en años excepcionales cuando suele llover copiosamente en las montañas, generando desbordes en los ríos e inundaciones, con lluvias incluso en el desierto. Esto se asocia, de la misma forma, a intensas sequías en otras regiones de la sierra, que pueden durar varios años, generando graves problemas de mortalidad, hambre y migración por desabastecimiento.
Estos fenómenos de alteración son conocidos con el nombre de “El Niño”, porque, según las observaciones tradicionales, se atribuyen a variaciones térmicas en el mar, debido a la influencia de las aguas cálidas del norte, que anualmente, cerca del solsticio de verano, a fines de diciembre, están presentes frente a la costa norte del Perú. Cuanto más avanzan estas aguas hacia el sur, mayor es la temperatura en el mar y sus efectos más fuertes. Es una oscilación térmica que se produce en la superficie marina del Océano Pacífico y que favorece el desplazamiento de las corrientes ecuatoriales. Esto altera las condiciones establecidas por la vecindad de la corriente fría de Humboldt y desestabiliza la vida de personas, animales y plantas, bastante acostumbrados al clima subtropical ligado a mares fríos.
El gran problema de estas oscilaciones es que no son regulares, es decir que, hasta donde sabemos, no ocurren de forma fija cada cierto número de años. A veces hay uno o dos “Niños” catastróficos en un siglo, a veces más; pueden repetirse cada 10 o 28 años. Es aleatorio y, por tanto, difícil de predecir. Casi como los temblores de la tierra. Sin embargo, todo indica que en el Perú, en la antigüedad, se encontraban ciertos indicadores predictivos sobre estos eventos, no tanto en relación a los “mega-niños” catastróficos, sino en el control anual de estas oscilaciones, porque sucede que ocurren durante tiempo, con diferencias en la magnitud de sus efectos sobre el clima. En pocas palabras: El Niño ocurre en las costas peruanas todos los años, con efectos relativamente predecibles sobre lo que sucederá cada verano. En términos gráficos, hay curvas de oscilación todo el tiempo, algunos años son reflujos y flujos, solo esos reflujos y flujos no son constantes y algunos años pueden subir mucho y adquirir los tonos catastróficos que conocemos. Evidentemente, será más importante para los agricultores y pescadores conocer las oscilaciones “medias”. Para eso, produjeron calendarios especiales.
Ahora sabemos que el fenómeno de El Niño no solo afecta a Perú y al Ecaudor, sino que sus efectos abarcan toda la cuenca sur del Océano Pacífico (Asia, Oceanía y Sudamérica) y también influyen en el comportamiento climático de ciertos territorios del Atlántico. . La forma particular de sus efectos en el mundo andino se debe a la relación que estas alteraciones tienen con la presencia de la corriente fría de Humboldt, que corre paralela a nuestras costas. Como sabemos, este fenómeno, llamado ENOS: El Niño Oscilación del Sur) es mucho antes de Chavín y presumiblemente contemporáneo del Holoceno (9000 aC) o incluso más antiguo. Según esto, el nacimiento de la civilización andina ocurrió cuando ya existían las peligrosas condiciones climáticas generadas por estas oscilaciones.