La educación nos espera

“No aprendo nada”, “No tengo señal”, “Estoy harto de la pantalla” o “No quiero encender la cámara”, son frases que nuestros hijos repiten una y otra vez. Una vez más, cansados ​​de subir los cerros en busca de una señal o, en el caso de los más afortunados, cansados ​​de ver a sus maestros en una placita que ya no genera la más mínima emoción.

Según el estudio “Actuemos ahora para proteger el capital humano de nuestros niños”, publicado recientemente por el Banco Mundial, luego de 13 meses de cierre de escuelas en América Latina, el 77% de los estudiantes de los primeros años de secundaria no pudieron entender un texto mediano. Antes de la pandemia, este indicador era del 55%. Uno de sus autores, califica la situación como “la peor crisis educativa en la historia de la región” e insta a realizar una “reapertura efectiva que requiere decisiones administrativas y pedagógicas, como cerrar las brechas digitales para impulsar cambios que ya eran necesarios”. antes. de la pandemia ”.

Todos los impactos sociales de la pandemia se han distribuido de manera desigual. La educación no es una excepción. El cierre de escuelas en América Latina ha ampliado la ya marcada brecha de rendimiento socioeconómico en un 12%, o un cuarto de año de escolaridad, una estimación que significa que los estudiantes de secundaria inferior en el quintil de mayores ingresos tienen, en promedio, casi tres años de escolaridad más que sus pares en el quintil inferior.

Para los concentrados en la economía, el retroceso implica una pérdida de capital humano y productividad que se traducirá en una reducción de los ingresos futuros de hasta US $ 1.700 millones, equivalente al 10% del total de la región.

De hecho, la pandemia en Perú podría incrementar la proporción de ninis – jóvenes de entre 18 y 23 años que no trabajan ni estudian – en un 51%. Además, las familias han migrado a sus hijos de las escuelas privadas a las públicas, lo que enfatiza los escasos presupuestos educativos. En Perú, Minedu ha calculado que una reapertura segura de solo el 35% de las escuelas requeriría US $ 180 millones para, entre otras actividades, brindar acceso a Internet y mejorar la infraestructura escolar.

La vacunación de maestros y adolescentes debe ser una prioridad absoluta para el gobierno entrante, acompañada de los recursos tecnológicos, la capacitación y las medidas de bioseguridad que merecen, para que puedan rescatar a nuestros niños de este abismo al que están siendo forzados. Un país que cuida y empodera a sus profesores es un país con futuro. Los niños que recuperen la esperanza de volver a sus aulas, a sus amigos y sus travesuras, formarán una nación con ilusión y afán por recuperar el terreno perdido.